Durante la infancia el tiempo parece transcurrir más
lentamente que cuando uno llega a la adultez o la madurez, y ni qué
decir de la vejez. Todas las personas han experimentado esa sensación,
sin embargo hay razones científicas que demuestran por qué la vida
parece pasar más rápido a medida que una persona envejece. Estudios
pasados sugirieron que la capacidad humana para evaluar el paso del tiempo
se altera con la edad, algo que puede comprobarse fácilmente
preguntando a un joven y a un anciano lo que sucedió en el último
minuto. El joven recordará los detalles con mayor precisión.
El biólogo estadounidense Robert B.
Sothern ha pasado cuarenta y cinco años buscando un efecto similar a
medida que envejece. Cinco veces al día graba su temperatura, presión
arterial, frecuencia cardíaca y la estimación del paso de un minuto. Nunca falla un día, incluso cuando está de vacaciones. Su principal interés está en determinar si el tiempo
en los tratamientos médicos puede afectar su eficacia, una teoría sobre
la que la mayoría de los investigadores se muestran escépticos, pero su
diligente auto-estudio ha revelado que a medida que pasa el tiempo su estimación se ha vuelto menos precisa y el tiempo parece acelerar poco a poco.
Esto no es tan sencillo como parece, la manera en que evaluamos el tiempo sigue siendo un misterio. En ninguna parte del cerebro se ha podido encontrar un espacio único dedicado a la percepción del tiempo.
Tenemos un reloj biológico que dictamina nuestro ciclo de 24 horas de
dormir y estar despierto, sin embargo esto sólo rige nuestros ritmos circadianos y no juega ningún papel en la estimación de los segundos, minutos, o incluso años que pasan.
Sin embargo, las diferentes condiciones
médicas existentes indican que al menos cuatro diferentes partes del
cerebro podrían tener un papel en la percepción del tiempo.
Los niños con Síndrome de Tourette, por ejemplo, que necesitan utilizar
la corteza pre-frontal, justo detrás de la frente para ayudarles a
controlar sus tics, son mejores para la estimación de
los intervalos de poco más de un segundo que los demás niños. Esto
respalda hallazgos que sugieren que la percepción del tiempo está
relacionada con el sistema de la dopamina en el cerebro.
Al llegar a la vejez, los días todavía se
sienten como si pasaran a una velocidad media, pero nos sorprendemos
cuando los marcadores de tiempo indican cuántos meses y
años han pasado, o de lo rápido que los cumpleaños pasan de nuevo.
Parte de la razón es que a medida que envejecemos la vida,
inevitablemente, hay un menor número de nuevas experiencias y más
rutinas. Debido a que usamos el número de nuevos recuerdos que se forman
para medir cuánto tiempo ha pasado, una semana promedio que no cobra gran importancia en la memoria da la ilusión de que el tiempo se está reduciendo.
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